lunes, 10 de mayo de 2010

Personas que dejan huellas profundas...

A lo largo de nuestra vida solemos encontrarnos con personas que, de alguna forma, dejan huellas profundas. Generalmente no suelen ser ejemplos placenteros ya que, con su compromiso de vida, cuestionan e interpelan la vida de uno mismo...
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Marcos era un joven de este tipo: uno que no se conformaba con poco, con una vida mediocre; él construía su propia existencia con esfuerzo, para amar siempre y responder con una atención radical y coherente a las necesidades de los demás.
Marcos cuestionaba, desafiaba. Era un joven simple, auténtico y concreto. Cuando se equivocaba, no se quedaba a mirar “llorando” las metidas de pata; tenía la grandeza de pedir perdón y de volver a empezar. Sabía que él no era perfecto y, por eso, le otorgaba tiempo y espacio a quien –como él– se había equivocado.
Marcos se esforzaba por llegar a cada persona con un amor de servicio, con un corazón abierto y con aquella tenacidad y convicción de quien custodia un ideal grande en su corazón. Él no tenía medias tintas: para él cada ‘próximo’ era, en aquel instante, el ¡“centro del universo”! Viviendo así, su existencia se fue transformando en una verdadera obra de arte.
Me parece que la síntesis de la vida de Marcos era su SÍ a la vida, a la suya y a la de los demás. Era un SÍ encarnado, que no lo había alejado del mundo sino, más bien, lo había llevado a enraizarse con firmeza en las realidades humanas, abriendo sus ojos a las necesidades de quien tenía cerca…
Él era consciente que con su vida concreta, de cada día, podía aportar su granito de arena para construir un mundo nuevo, un mundo más unido. Un mundo en el que surgiese la esperanza, la fe y el amor concreto, y lo hacía con gusto, con radicalidad y coherencia.
Aquí podemos descubrir a Marcos paso a paso. Él fue un joven como tantos otros. Sin embargo, ese “algo más”, fruto de un compromiso de vida sin medias tintas, lo hacía convertirse en ejemplo para muchos: una invitación a “mirar alto”, a lanzarse para realizar en la propia vida un sueño grande.
¿Estaremos dispuestos a responder a esa invitación con su misma generosidad? Mirando la vida de Marcos, puedo afirmar que se convirtió en una respuesta fecunda a la exclamación de un grande de nuestros tiempos: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan» (Pablo VI).
(trozos del Prologo escrito por Salus Kerber, Rosario, enero 2010)

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